Salí de viaje junto con mis pececillos, sí, esos que yo siempre digo que van en dirección opuesta. Estaba cansada y bien merecía yo un descanso. Así fue como conocí a Jordi.
Tal y como apareció desapareció. A través de un par de líneas.
Era muy juguetón (fue él quien me enseñó tiro con arco, otra cosa es que yo aprendiera ….), culto, y conocía bien los senderos que explorábamos. Siempre nos acompañaba su mastín que gozaba trotando por los valles. Me enseñó glaciares y divisamos a lo lejos El Aneto.
Uno de los días salimos a recorrer los caminos que hacía años, recorrían los habitantes del Valle de Arán. Hablo de caminos, entre árboles, malezas …. Caminos no para senderistas, pues están sin marcar. Pero él sabía qué pasos debíamos dar. Aquél día llovía, nos empapamos, fuimos como niños bajo la lluvia. Me aconsejó que apagara el teléfono móvil, los rayos y ellos no son buenos compañeros. Y terminamos la jornada bajo una ducha caliente ¡que reconfortante!
Era muy juguetón (fue él quien me enseñó tiro con arco, otra cosa es que yo aprendiera ….), culto, y conocía bien los senderos que explorábamos. Siempre nos acompañaba su mastín que gozaba trotando por los valles. Me enseñó glaciares y divisamos a lo lejos El Aneto.
Uno de los días salimos a recorrer los caminos que hacía años, recorrían los habitantes del Valle de Arán. Hablo de caminos, entre árboles, malezas …. Caminos no para senderistas, pues están sin marcar. Pero él sabía qué pasos debíamos dar. Aquél día llovía, nos empapamos, fuimos como niños bajo la lluvia. Me aconsejó que apagara el teléfono móvil, los rayos y ellos no son buenos compañeros. Y terminamos la jornada bajo una ducha caliente ¡que reconfortante!
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