08 noviembre 2006

Cicatrices





Recientemente leí un artículo sobre como nos afectan físicamente la cicatrices que sufrimos en nuestro cuerpo. Lo explica a través de un ejemplo que todos podemos comprender fácilmente. ¿Quién no se ha torcido alguna vez el tobillo y se ha hecho un esguince? Cuando eso nos ocurre, para calmar el dolor que sentimos, adoptamos posturas que no son las naturales. Al cabo de cierto tiempo, seguramente, nos dolerá un hombro, las cervicales, la otra pierna …. porque nuestro organismo sufrió un “trauma”, se recolocó, y ahora está descompensado.

Cuando alguien padece una operación, nosotros no vemos la agresión que sufre nuestro cuerpo, pero está ahí. El simple hecho de que a alguien le quiten el apéndice, supone que queda un hueco en nuestro interior que será rellenado, pues todos los órganos volverán a recolocarse. Eso produce stress al cuerpo y, por tanto, al final también lo acusamos de otra forma. Claro, yo creo en el cuerpo, como un Todo, cuerpo, mente, alma … pero de eso os hablaré en otro post (medicina holística).

Quienes trabajan holísticamente se preocupan por tratar esas cicatrices manualmente haciendo que el individuo supere el stress que en su día padeció. Yo ayer, al salir del tratamiento, me sentía liberada, me sentía en paz con el mundo. Y me atreví a dar un paso más.

Yo no creo en las casualidades y cuando una ficha se mueve otras hacen lo propio, también vuelven a su sitio, y conflictos pendientes de resolver se nos presentan de cara, los miramos de frente y entonces nos damos cuenta que estamos en paz y que todo está en su sitio, en orden, donde tiene que estar.

Por la noche, ya en la cama, me hacía yo la siguiente pregunta ¿qué pasa con las cicatrices que nos quedan en el alma? ¿Cómo se trata algo intangible? ¿Cómo se calma el dolor de las pérdidas? Creo, haber encontrado la respuesta, aunque yo tan solo soy un caminante, un guerrero más, la solución es siempre la misma: No poner resistencia, no negarnos la existencia del dolor, aceptarlo, enfrentarnos a él, asumirlo, quedarnos con lo bueno que obtuvimos de aquélla persona/relación, y continuar nuestra marcha, con la alegría de haber tenido la oportunidad de vivirlo.

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