En una aldea pequeña y pobre vivía un granjero. Sus paisanos lo consideraban afortunado porque tenía un caballo que utilizada para labrar y transportar la cosecha. Pero un día el caballo se escapó. La noticia corrió pronto por el pueblo, de manera que al llegar la noche los vecinos fueron a consolarle por aquella grave pérdida. Todos le decían:
¡Qué mala suerte has tenido!
La respuesta del granjero fue un sencillo: “Puede ser”.
Pocos días después, el caballo regresó trayendo consigo dos yeguas salvajes que había encontrado en las montañas. Enterados los aldeanos, acudieron de nuevo, esta vez a darle la enhorabuena y a comentarle su buena suerte, a lo que él volvió a contestar: “Puede ser”.
Al día siguiente el hijo del granjero trató de domar a una de las yeguas, pero ésta lo arrojó al suelo y el joven se rompió una pierna. Los vecinos visitaron al herido y lamentaron su mala suerte. Pero el padre respondió otra vez: “Puede ser”.
Una semana más tarde aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Al atardecer, los aldeanos que habían despedido a sus hijos se reunieron en la taberna y comentaron la buena estrella del granjero, mas éste, como podemos imaginar, constató nuevamente: “Puede ser”.
¡Qué mala suerte has tenido!
La respuesta del granjero fue un sencillo: “Puede ser”.
Pocos días después, el caballo regresó trayendo consigo dos yeguas salvajes que había encontrado en las montañas. Enterados los aldeanos, acudieron de nuevo, esta vez a darle la enhorabuena y a comentarle su buena suerte, a lo que él volvió a contestar: “Puede ser”.
Al día siguiente el hijo del granjero trató de domar a una de las yeguas, pero ésta lo arrojó al suelo y el joven se rompió una pierna. Los vecinos visitaron al herido y lamentaron su mala suerte. Pero el padre respondió otra vez: “Puede ser”.
Una semana más tarde aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Al atardecer, los aldeanos que habían despedido a sus hijos se reunieron en la taberna y comentaron la buena estrella del granjero, mas éste, como podemos imaginar, constató nuevamente: “Puede ser”.
11 comentarios:
Un cuento precioso. Es verdad que no hay verdadees absolutas, que la verdad está nada mas que en como se presente la vida en cada momento.
Fuera de la reflexión seria, se me ocurre un chiste ¿ el granjero era gallego?
Bss
Me lo contó K hace muuuucho tiempo... te agradezco que me lo hayas recordado, Bahhia. Un besote!
...me ha gustado tanto que hasta le hice un comentario en mi blog... esas cosicas tuyas que me hacen pensar...gracias...un abrazo...
Precioso de verdad!
Gracias por cnpartirlo
Besoss.
celebro haber venido y leerlo...besos.
A veces con un simple puede ser se esconde el sentido de las circunstancias.
Un abrazo
Hace poco leí un cuento parecido, pueden ser tantas cosas, a veces lo malo se convierte en una oportunidad.
Besos
Un cuento muy bello con una moraleja trascendente. Encierra la esencia también de la actitud zen.
Feliz semana y un fuerte abrazo querida Bahhia.
Muy bonito el cuento, ya me lo sabía y la verdad es que, cuánta verdad encierra!
Besos!
Real como la vida misma. Muy instructivo.
José, la respuesta a tu pregunta es: Puede ser ;-)
Becki, yo me siento siempre agradecida con tu visita.
MiMundo, ya ví :-)))
Lucía gracias a ti por compartir tanto.
Diego, yo también me alegro.
Jan, no tengo nada más que añadir, excepto BIENVENIDO!!!
Ejco, es que solemos mirar solo desde un ángulo...
Javier, esencia zen. Voy comprendiendo. Gracias!
Always, sí :-)))
Tawaki, real cuando seamos capaces de verlo así.
Abrazos!
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