02 diciembre 2008

Cuando nada esperas ...

... surge la magia.


Eso es lo que ocurrió la noche del sábado.

R&F estudia teatro. Su profesora y yo, a lo largo de 8 años hemos desarrollado una lenta y sincera amistad. Ella debe ser unos 10 años mayor que yo. Desde este verano su marido tenía ganas de conocernos pero no encontrábamos el momento para salir los cuatro juntos, así que ya desde el mes de septiembre, apuntamos en la agenda su cumpleaños para ir a cenar.
No lo teníamos muy claro. No conoceríamos a nadie. En cualquier caso, teníamos que ir.

Resultó una velada de lo más agradable. Fuimos 9 personas. Una joven abogado (que nos relató lo atrasada que está la ley en temas de separaciones y se preguntaba que iba a ocurrir con los niños cuando comiencen los divorcios entre homosexuales); un amigo de ella de la infancia que hizo de hilo conductor; un matrimonio que siempre anda buscando inventos (nos contaron su última adquisición: un sacahuesos de aceitunas) y con los que coincidimos en nuestra visión holística de la persona, además de contarles nuestro último invento comprado: un aparatejo que te pela y saca las rodajas de la piña perfectas. Prometieron hacerse con uno; y otra de las profesoras de teatro de nuestro hijo. El resultado fue una noche divertida, de la que nos retiramos mucho después de lo previsto y antes de lo que nos hubiera gustado porque habíamos prometido volver pronto a casa. ¿Qué teníamos en común? Ser todos personas muy queridas por los anfitriones.

Descubrimos que nuestra anfitriona es una gran cocinera (dos tartas
y trufas fue el postre, podéis imaginar todo lo que había para cenar) y que otra de sus aficiones es intercambiar tuppers llenos con el matrimonio de los inventos. Ellos lo practican con sus vecinos. Uno cocina fabada, el otro carne, el de más abajo macarrones y se intercambian los platos. Desde luego una magnífica forma de ahorrar tiempo, porque ya que te pones ¿que más da añadir un poquito más? Me temo que yo eso en mi comunidad no podré practicarlo.

Lo que sí hice fue una sencilla receta que me recomendó el domingo por la mañana, día que yo dedicó a cocinar para el resto de la semana: Pechugas de pollo, un sobre de sopa de cebolla y coca-cola. Saltear las pechugas, añadir el sobre de sopa, cubrir con coca cola y 10 minutos de olla. El resultado es un sabor diferente que bien se puede acompañar con arroz blanco. ¡Buen provecho!

6 comentarios:

Unknown dijo...

Pues esas son las veladas perfectas, en las que te quedas con ganas de más.

Anónimo dijo...

desde luego es agradable pasarlo bien en un lugar donde no lo esperabas, saber que el hecho de no conocer a nadie puede ser un aliciente en vez de una desventaja


un beso


s

LUCIA-M dijo...

Estupendo esas son las buenas veladas
Me alegro mucho que lo pasaras bien
Las conversaciones muy interesantes
y esa receta Ummmm
La copio
Un beso.
gracias, por compartila

Gise =) dijo...

Se nota que te has divertido, has conocido gente nueva, y muy maja por lo que cuentas, y has parendido algo nuevo de cocina, lo que podriamos llamar un sabado redoondo, jijijiji
Me quede con un aduda aca no existen casa huesos de aceitunas??? mi mama en mi casa tiene uno...
Besukones preciosa y a ver si hago ese pollo a la coca cola!!!

Pekas dijo...

Por un lado... esas veladas.. las mejores... :-))) por otro... pollo a la cocacola...???? :-OOOOOOOO

jajajajaja... yo hago tortilla de manzana.. sirve..??? :-)))

Erika dijo...

Eso se llama una buena velada, yo de cocina no podria hablarles pero de inventos para mantener tranquilos a los niños muuuchooo

Besitos