23 noviembre 2006

La mala hierba


En cierta ocasión en que el jardinero se disponía arrancar una mala hierba que crecía justo al lado de una de las plantas más valiosas y singulares del jardín, le pareció escuchar dentro de su pecho algo similar a una voz que decía:

¡No, por favor, no me arranques! ¡Déjame seguir viviendo!

El jardinero, confundido, se detuvo, abriendo los ojos con asombro.

Quizá mi imaginación desea jugar conmigo. O quizás esta planta tiene algo que mostrarme, pensó mientras miraba con extrañeza a aquella disonancia de su jardín.

Si les hablo yo a las plantas y a los árboles, por qué no me van a hablar ellos a mi, dijo en voz alta.

De manera que decidió no arrancar aquella mala hierba que, con el tiempo, siguió creciendo hasta llegar a cubrir bajo sus hojas a la tan estimada planta.

Una tarde de mayo se desató una tormenta, y un fuerte granizo arruinó gran parte del jardín. Al terminar de llover saló el jardinero a recorrer sus senderos, lamentándose resignadamente de lo sucedido, entre flores deformes y hojas perforadas.

Casi no se atrevía a mirar cuando llegó al lugar dónde se encontraba la preciadas planta que, para su sorpresa, se mantenía intacta, mientras la mala hierba que la cubría yacía destrozada a sus pies.

El jardinero miró con ternura aquella mala hierba a la que había intentado arrancar y, reflexionando para sí, dijo en voz baja:

A veces, lo que nos parece feo, disonante y erróneo realiza hermosos trabajos que no superaría la más bella de las criaturas.
Imagen:
mary_ann_cox_sheehy.htm

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí me gusta la gente que es un poco cardo.